En el mundo de la empresa podemos hacer
varios tipos de clasificación de las personas. Una de ellas es la de los
que hacen y la de los que hacen hacer. O lo que vendría a ser lo mismo,
los que ejecutan y los que dicen cómo se tienen que ejecutar las cosas.
Saber cuál de los dos perfiles es el nuestro simplifica mucho las cosas
porque hará que pongamos más foco en las funciones que desempeñemos con
mayores garantías. Y es que hay muchas personas que se empeñan en hacer
cosas para las que no están dotados. Y lo que es peor aún, olvidándose
de las que sí podrían hacer con mayores posibilidades. Pero, ¿qué es lo
que nos hace hacer cosas para las que no estamos preparados? Muchas
veces es una falta de autoconocimiento personal o de desconocimiento
conceptual, ya que no es lo mismo hacer las cosas que hacerlas bien.
Otras son argumentos como el de que lo importante es saber hacer de
todo, algo con lo que no estoy del todo de acuerdo porque es la coartada
perfecta para bajar la calidad sin que nadie lo note. Otras personas se
embarcan en hacer cosas que no hacen bien para ahorrar. De hecho, en
muchas pequeñas organizaciones hay una fuerte implantación de esta
creencia, que a la postre acaba siendo ruinosa porque nunca acaba
mejorando la competitividad de la organización.
Imaginemos en el mundo del fútbol cuál
sería el resultado si los que hacen hacer, los entrenadores, se
dedicasen a hacer, es decir, a hacer de jugadores. Indudablemente las
consecuencias serían notorias, como lo serían a la inversa, porque por
mucho que sepa un jugador, dirigir es otra cosa y requiere de muchas más
cualidades que las de darle patadas a un balón.
Hay personas que tampoco tienen claro si son de front office, las que están en contacto con los clientes, o de back office,
las que no lo están. Creo que todos nosotros nos hemos encontrado con
alguna telefonista o telefonisto bordes a parir que estarían mejor en un
huerto de hierbas que matando clientes a cañonazos en la puerta
principal de la empresa.
Con todo ello, es necesario remarca que
no todo el mundo sirve para hacer de todo y que creérselo es siempre, a
la postre, ruinoso. Además de que no hay futuro en ninguna carrera
profesional ni en ninguna empresa si los roles no están bien definidos
en base a los puntos fuertes de cada uno. Otra cosa es que haya veces en
las que el que falla es el jefecillo de turno, que creyendo que sabe,
aún no sabe que no sabe nada, formando así parte del limbo de los
ignorantes supinos, que acostumbran a pagar con los demás sus notorias y
augustas incompetencias, pero estos serían objeto de un artículo
especial que me reservo, ¿no creéis?
No hay comentarios:
Publicar un comentario