Laura Martín
En una partida de ajedrez tipo “blitz” o
“lightning”, en las que el tiempo es un factor condicionante para cada
uno de los movimientos de los jugadores, “seguramente ganaría un líder rebelde
debido a su osadía y valentía”, declara el historiador y autor Nacho
Soriano. Sin embargo, “en una partida con todo el tiempo del mundo, un líder pasivo
sería vencedor gracias a su capacidad de espera”, a esa inacción que
obliga al contrincante a mostrar todas sus cartas antes de dar el jaque
mate final.
Los libros de historia de la humanidad
están repletos de reyes, líderes, luchadores, y rebeldes que con sus
actos y su forma de liderazgo han cambiado el curso de los
acontecimientos. Napoleón, los Reyes Católicos, Nelson Mandela o el
presidente Kennedy fueron piezas clave del sistema en sus respectivas
épocas. Sin las hazañas de cada uno de ellos, la historia tal y como la
conocemos hoy en día, sería completamente diferente. Y ahí es dónde
radica la contradicción, porque precisamente “en las decisiones
complejas es en donde se ve la talla de los líderes, que son
responsables de cada éxito y cada fracaso”, afirma Gonzalo Martínez, uno
de los autores de “Huellas de gigantes”. Por tanto, ¿un líder
puede ser pasivo? ¿puede funcionar una organización con un líder que se
deja hacer y es ambiguo en cuanto a sus decisiones?
Seguramente, en alguna
empresa se ha encontrado con este tipo de jefes, personas ambiguas que
no ofrecen respuestas y soluciones claras a los problemas, y que en
muchas ocasiones dejan pasar el tiempo para llevar a cabo cualquier tipo
de acción. “Son líderes que te ponen nervioso, porque no sabes bien por
donde van a salir”, explica Martínez. Es importante conocerlos, para
saber tratar con ellos y poder negociar acuerdos. “En las reuniones
tienden a escuchar, a buscar puntos de encuentro, a conciliar y llegar a
acuerdos sin levantar mucho polvo”, añade el escritor.
Según Soriano el dirigente pasivo “es más un gestor que un líder propiamente dicho, gestiona
la realidad de forma adecuada pero esta más preocupado por administrar
la realidad que por crear una nueva”. Estas características son propias
de reyes como los austrias menores, “Felipe II, Felipe IV o Carlos
II, fueron reyes controlados por sus validos, fueron jefes de gobierno
porque les tocó la corona pero delegaron la mayoría de funciones”,
afirma. En la actualidad, este tipo de liderazgo se encuentra en la política y en la administración pública,
en las que se utiliza mucho la expresión “ponerse de perfil”, que
significa no dar una respuesta clara, no posicionarse o dejar pasar una
situación. El historiador Soriano resalta que “el líder pasivo es un
artista en ponerse de perfil, quedando bien con todos sin resolver el
problema pero sobreviviendo. El líder pasivo es sobre todo, un superviviente”.
Por tanto, a la hora de tener que tratar
con un jefe pasivo es importante aceptar la realidad a la que te
enfrentas y saber que puedes esperar de él. Además, es preferible darle
soluciones meditadas para que las valide, pero sobre todo una cosa muy
importante es verificar los acuerdos y dejarlos por escrito, “mandarle
un e-mail y verificar lo que se ha hablado, en que se ha quedado y cuál
es el acuerdo o solución final”, estima Nacho Soriano.
En contraposición, se encuentra el líder
rebelde, aquel que se enfrenta a los problemas de cara y realiza un
plan de acción para ofrecer medidas que pongan fin al asunto. Lo
que realmente caracteriza a un líder inconformista es “el hartazgo de
un sistema que considera injusto y plantea la posibilidad de un mundo
nuevo igualitario en el cuál las cosas son diferentes”. Por
ejemplo, Steve Jobs se planteó acercar la informática a todas las
personas de ‘a pié’ porque pensaba que podría tener grandes aplicaciones
en el futuro. Otros líderes indomables en la historia han sido los
Reyes Católicos que lucharon contra el ‘estatus quo’ del momento o
Nelson Mandela, que vivió la mayor parte de su vida luchando contra el
‘apartheid’.
La gran ventaja de este tipo de liderazgo está en el criterio propio, y sobre todo en tener claro que no se quiere,
“cuando niegas un rumbo de acción estas generando posibilidades, y
alternativas”, explica el autor Gonzalo Martínez. Además, añade que “a
todos nos viene muy bien tener personas rebeldes en las empresas pero
que esas personas nos den alternativas, que no sean personas
contestatarias a todo lo que se propone y aporten ideas nuevas”.
Otro punto muy importante está en
ganarse la simpatía de sus seguidores, ya que debido a sus ideas generan
muchas pasiones pero también mucho rechazo. Sus habilidades
comunicativas y su carisma son prácticamente inherentes a su capacidad
de liderazgo. Así mismo, tienen que luchar contra sus puntos débiles
como son el ego y su propia impaciencia, el querer encontrar solución a sus problemas de manera rápida. “Es importante que comprendan que los cambios importantes requieren plazos y tiempo.
Un gran líder rebelde pero que supo esperar fue Mandela, también debido
a las circunstancias de que fue encarcelado, pero entendió que el
tiempo era necesario para conseguir sus objetivos”, afirma Martínez.
Sin embargo, lo más bonito de la
rebeldía es sin duda saber racionalizarla en pequeñas dosis, “no hay por
qué elegir ser al 100 % rebelde, hay que tener la inteligencia de saber
cuando la realidad te pide más rebeldía y osadía, y cuando te pide más
mano izquierda. Al final es un tema de equilibrios”, concluye Gonzalo.
Este es el verdadero secreto de un buen liderazgo.
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