Cuando Traci Ruble y su esposo, Clemens
Gantert, se fueron a dormir una noche reciente, él empezó a contarle
cómo le había ido ese día en su empresa de software. Le explicó que
cambios a una ley estatal afectarían la compañía y le habló sobre un
problema técnico que estaba teniendo con un certificado de seguridad
para el software.
Tras varios minutos,
Ruble lo miró, soltó una carcajada y tomó el control remoto para
encender el televisor. “Lo que sea que me estés diciendo me suena a
chino”, le dijo Ruble, una terapeuta matrimonial y familiar.
“No puedo creer que te paguen por escuchar a la gente”, le respondió Gantert.
¿Por qué es tan difícil escuchar a nuestros seres queridos?
Los
expertos dicen que por naturaleza no somos buenos para escuchar, por
diversas razones. Tenemos la tendencia a cambiar de tema e interrumpir.
Nos incomodan nuestras emociones, así que evitamos concentrarnos
demasiado en las de otros. Preferimos hablar de nosotros, así que
apuramos a los demás.
Además, hay algo
que los estudiosos de las relaciones llaman el “agotamiento del oyente”.
Todos hemos tenido que soportar a alguien que habla sin parar,
usualmente sobre los mismos problemas. Cuando ofrecemos un consejo
rápido o sugerimos maneras de componer la situación, podríamos estar
inconscientemente tratando de protegernos del agotamiento.
“Los
buenos oyentes resisten su inclinación natural a arreglar los problemas
del otro y a mantener la conversación breve”, dice Graham D. Bodie,
profesor adjunto de estudios de comunicación de la Universidad Estatal
de Louisiana, quien estudia la ciencia de escuchar.
No
es tan fácil como suena. Practique la “escucha activa”, un término que
los expertos usan para describir la manera en que uno escucha cuando
participa en la conversación, totalmente comprometido en ese momento con
la otra persona, y no sólo sentado allí, escuchando a medias.
Piense
en las diferentes maneras en que escucha música. Puede ponerla como
fondo mientras hace otra cosa. O puede colocarse unos audífonos, darle
su atención total y realmente percibir cómo lo afecta. Esa es la escucha
activa.
Para escuchar de manera activa a
una persona, necesitará dominar ciertos comportamientos, algunos
verbales y otros no verbales, que demuestran su interés. Los
investigadores los llaman “comportamientos de inmediatez”.
Empiece
por guardar su teléfono y apagar el televisor. Siéntese y acérquese a
su ser querido. Deje que sus expresiones faciales reflejen lo que él o
ella está diciendo. Asegúrese de hacer contacto visual. Está enviando un
mensaje no hablado: “Tienes mi atención. Estoy aquí para ti”. También
deberá expresar esto verbalmente.
Legitime
los sentimientos de la otra persona haciendo comentarios acerca de
ellos: “Eso debe haber sido muy estresante”. Dele pie a la otra persona
para que siga hablando haciendo preguntas abiertas: “¿Cómo te hace
sentir eso?”, “¿Qué vas a hacer ahora?”.
Use
palabras cortas como “claro” o incluso sonidos como “ajá”, que son
alicientes mínimos para animarlos a que continúen. De vez en cuando
parafrasee lo que su ser querido le está contando y acompañe el
parafraseo con lo que los investigadores llaman una “revisión”: “¿Te
estoy entendiendo bien?”
“La escucha
activa empieza con el deseo real de ayudar a otra persona a analizar sus
sentimientos”, dice Bodie. Toma tiempo. “No trate de arreglar el
problema inmediatamente, no apresure las cosas”.
Bodie
fue el investigador líder en un estudio publicado en Internet en enero
en el Western Journal of Communication que analizó la eficiencia de los
comportamientos de inmediatez que componen la escucha activa. Los
investigadores dividieron a 342 personas en pares, luego le pidieron a
una persona en cada pareja, el “revelador”, que describiera un evento
estresante reciente, como un problema de salud, de relación o laboral.
Luego le pidieron a esta persona que calificara a su oyente según su
capacidad para escuchar y qué tan bien lo había hecho sentir.
En
general, cuando un oyente demostró más de estos comportamientos —hacer
contacto visual, parafrasear, hacer preguntas abiertas— el que habló
percibió a su interlocutor como más presente emocionalmente, y se sintió
mejor. Los comportamientos verbales, en promedio, eran el triple de
efectivos que los no verbales para lograr este tipo de resultados.
Otra
cosa que sugieren las conclusiones del estudio, dice Bodie, es que el
oyente puede ser igual de útil por teléfono que en persona.
Un
número de estudios sugiere que aunque tanto los hombres como las
mujeres pueden ser oyentes igual de buenos, se suele esperar que las
mujeres tengan un estándar más alto, afirma el profesor. Un hombre que
no escucha bien no es tan sorprendente como una mujer que es una mala
oyente. Culturalmente, esperamos que ellas escuchen mejor, dice.
En
el caso de Ruble, su esposo le dijo que ella había herido sus
sentimientos y ella se preguntó por qué a menudo no le prestaba
atención. Pensó que, al menos en parte, era porque usualmente su esposo
hablaba sobre software y trabajo, temas que ella considera “secos”, y
que habitualmente no comparte sus emociones. La pareja de California
lleva casada 11 años.
Ruble decidió poner en práctica sus habilidades profesionales de escucha y lo que llama “buena higiene auditiva”.
Ahora,
cuando le presta atención a su esposo, apaga la computadora y el
televisor. Si están en un restaurante, se coloca en la silla que mira
hacia la pared, para poder concentrarse en su esposo. Se asegura de
mirarlo a los ojos y desiste de su necesidad de hablar.
Este
año, Ruble se ha propuesto reservar tiempo para conversar con su esposo
más seguido. En la noche, después de que los niños se acuestan, apaga
todos los aparatos electrónicos, enciende algunas velas y pone música.
Luego ambos se sientan a leer y conversar.
“Sólo estoy tratando de detenerme y escucharlo”, cuenta. “Es el hombre que amo. Quiero que sienta que me importa”.
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