El directivo paranoide. Ese es el concepto que usa
Iñaki Piñuel para describir a muchos altos cargos que se distancian de
la realidad que les rodea. Para este doctor en psiclogía y MBA por el
Instituto de Empresa el proceso que les lleva a esta posición viene
determinada por el miedo y por la dificultad de fomentar sus propias
redes sociales en el entorno social más inmediato. Piñuel, en su obra Liderazgo Zero,
distingue varios efectos de esta “paranoia” como el empobrecimiento del
liderazgo (con una dirección a la defensiva), imposición de valores y
actitudes en la empresa, énfasis y justificación del control, distorsión
de la comunicación y despliegue de neolingüistica y la
extensión de la indiferencia en las relaciones (ruptura del sentido de
la comunidad). Es decir, si hemos llegado aquí por la dificultad de
encontrar nexos en nuestro entorno inmediato, esta actitud directiva los hará aún más grandes.
Charlas en el pasillo
Sin llegar al extremo de ese directivo
paranoide sí que es evidente que las agendas apretadas y los modernos
mecanismos de comunicación han contribuido a provocar la soledad de
muchos directivos en sus empresas. Distancia entre
todos que no favorece a nadie. El doctor en organización de empresas
Gabriel Ginebra determina que «a pesar de que estamos más preparados que
nunca, la calidad de gestión ha descendido. El número de micro-asuntos
que atendemos se ha disparado». Y en eso la tecnología es un factor
determinante: «sufrimos una fascinación por lo virtual,
como el niño con el juguete nuevo. Y además es muy cómodo pensar que
los asuntos se pueden arreglar sin levantar el culo de la silla. Es
también menos comprometido». En su libro El japonés que estrelló su tren para ganar tiempo,
Ginebra denuncia a todos aquellos cargos que se alejan de su equipo y
siempre interponen algo entre ellos y los demás: un papel, un ipad, una
presentación…
El autor defiende las pequeñas charlas y los pequeños encuentros cara a cara porque aportan conocimiento sobre el estado de la organización.
Son sus miembros los que darán cuenta de cómo están. Saber qué ocurre
en la oficina y aprender a escuchar a la organización es vital. Aunque
no sea fácil, Winston Churchill ya dijo que hace falta valentía para
levantarse y hablar pero también para sentarse y escuchar. Saber escuchar
no implica solo enterarse del último chisme que circula. También supone
conocer de una forma más global el estado de nuestra organización y
poder atajar problemas antes de que se conviertan en quistes de nuestra
estructura.
Para ponerse manos a la obra Ginebra no duda en abrir la agenda de par en par a la gestión de personas,
reservando para ellos bloques de agenda «de la misma forma que debemos
reservar en tiempo si queremos hacer más deporte, mejorar nuestros
inglés o compartir más momentos con la familia».
Liderazgo y credibilidad
Si queremos generar credibilidad en nuestro entorno laboral, transmitir valores
y fomentar un determinado tipo de organización debemos estar presentes,
para conocer y que nos conozcan. James Kouzes y Barry Posner, dos de
los mayores expertos internacionales en liderazgo, señalaban que «el
liderazgo es personal. No es sobre la empresa, la
comunidad o el país. Es sobre ti. Si las personas no creen en el
mensajero, no creerán en el mensaje. Si las personas no creen en ti, no
creerán en lo que dices. Y como es sobre ti, tiene que ver con tus
creencias, valores y principios».
No hay comentarios:
Publicar un comentario