jueves, 29 de marzo de 2012

Hasta los trepas están en peligro de extinción

Los especímenes más ingratos, rastreros y odiados de la tribu que convive en la oficina tienen los días contados. Los ascensos hay que ganárselos a pulso y las artimañas de los trepas para conseguirlo de forma gratuita no sirven. Las organizaciones están cada vez más preocupadas por premiar a los que realmente aportan, no a los que buscan el beneficio individual a cualquier precio. Éstos viven ahora su peor pesadilla: la presión de los resultados, del jefe y, sobre todo, del equipo.


“Conseguir resultados y beneficios constantes en el tiempo es la clave y ahí, el trepa no tiene sitio”. Esta afirmación de David Comí, socio director de Incrementis, ilustra uno de los motivos que lleva a pensar que estos personajes tienen los días contados en la empresa. El motivo parece bastante evidente: “Este tipo siempre quiere conseguir resultados visibles a corto plazo, por la vía que sea posible, el camino más corto. Si es necesario no respetar, mentir, desacreditar o aprovecharse de otras personas para conseguirlo lo hará”.

El trepa tiene poca empatía con sus compañeros y no establecer vínculos afectivos le permite seguir con su actividad. Su meta es llegar a lo más alto, caiga quien caiga. Pilar Jericó, socia directora de Be-Up, dice que eso que siempre ha sido mal visto en los grupos de trabajo, ahora es una evidencia a voces: “La crisis ha contribuido a una erosión emocional muy fuerte y los equipos tienden a apoyarse más que nunca. Ahora toca arrimar el hombro. Los que vayan por libre quedan fuera”.

El resultado de esta situación es que las personas disonantes, aquellas que no siguen al equipo, adquieren relevancia por el mal ambiente que generan. “El trepa es un perfil muy de logro, desconectado de la afiliación y la influencia, lo que le ciega para ver al otro”, señala Jericó.

¿Se puede reciclar a un trepa?
Cambiar comportamientos en un equipo de trabajo es difícil. Si se trata de personas que durante una buena temporada, sobre todo en la época de bonanza, se sentían cómodos en la individualidad todo se complica. Entonces los trepas campaban a sus anchas, conseguían sus objetivos sin preocuparse más que de ellos mismos. Jericó asegura que esa estrategia ya no funciona, “el éxito individual no es tal si este no contribuye al equipo. Si el profesional no aporta, sus méritos pasan inadvertidos”.

En opinión de Comí, para conseguir resultados se deben compartir metas y objetivos con otras personas, “para ello es necesaria la interacción y la colaboración mutua. Los profesionales deben desarrollar habilidades como la empatía, la escucha activa, la proactividad y la colaboración”.

Aunque en el caso del trepa se trata de comportamientos muy arraigados, la socia de Be-Up afirma que en estos momentos, el miedo a un posible despido si no se produce un cambio de actitud ayuda: “Recordemos que se trata de tipos que quieren destacar a cualquier precio. No obstante es el momento de que el líder actúe contra ellos y salga reforzado”.

Desenmascarar al malo
Como en cualquier tribu, conseguir expulsar al tóxico puede convertirse en un aliciente que, en el caso de entornos laborales, puede traducirse en un aumento de la productividad. Jericó asegura que el jefe que logre librarse del trepa puede salir favorecido, “y no sólo por quitarse de encima a este tipo, sino a todos aquellos considerados disonantes que pueden generar ruido. Una cosa es crear equipos diversos pero otra muy distinta es incluir profesionales que pueden abocar a la destrucción de los mismos”.

Los victimistas, los vampiros emocionales capaces de robar la energía ajena en su propio beneficio o los mandones también están en peligro de extinción. Según Comí, dejar a la vista a estos personajes “aumentará el clima de colaboración entre compañeros y se creará un ambiente más positivo y básico para que las personas tengan un alto rendimiento. Esto se concentra en probar, arriesgar y conseguir, no sólo en cumplir órdenes”.

Los buenos jefes son los grandes beneficiados por esta coyuntura. Ahora tienen la oportunidad de penalizar las malas prácticas de los trepas, “dejar claro que lo que importa son los resultados y el desarrollo profesional de sus colaboradores, no las adulaciones, peloteos y que les bailen el agua. Si el líder permite tener trepas en su departamento, no formará un equipo de trabajo, tendrá sólo un equipo de personas”, sentencia Comí.

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