martes, 21 de diciembre de 2010

Sobreviva a la cena de Navidad

Para algunos es un suplicio; para otros, un momento distendido para relacionarse con los colegas. Pero para todos, la fiesta de la empresa es el compromiso anual del que es difícil escaquearse y en el que hay que tener cuidado con lo que se dice y se hace: el lunes hay que volver a la oficina.

En toda organización hay una (o incluso varias), no falla. Llega diciembre y con él, la cena de Navidad de empresa. Directivos, jefes y empleados juntos como en la oficina, pero sin estarlo físicamente. Se trata de una reunión distendida, que sirve para desconectar del entorno laboral, convocada para pasarlo bien, pero con los compañeros de trabajo. Cómo comportarse, de qué temas hablar, debe sentarse al lado de su jefe, y sobre todo, qué decir si no le apetece acudir, son algunas de las preguntas que suelen aparecer cuando llega este momento.

Este evento no debe verse, aunque lo parezca, como un compromiso ineludible. Aunque es la actitud del asistente la que marcará el desarrollo de la cita. Es por esto que si la reunión se ve como una obligación, los asistentes no disfrutarán; en cambio, si la organización hace hincapié en que la cena servirá para afianzar la relación con los que se trabaja y que transcurrirá de manera distendida e informal, toda la plantilla se sentirá a gusto. Sin embargo, para Rosaura Alastruey, directora de ProyectosTIC , "el principal problema que existe en la empresa española es que se ve como algo inevitable. Si la cena de Navidad se organiza sólo 'desde arriba' y como un acto casi impuesto se convierte y se entiende como un compromiso y, por tanto, el objetivo principal de cohesión y afianzamiento de las relaciones se desvanece".

No quiero ir
Debido a la sensación de imposición que rodea esta cena, decir 'no' es desaconsejable. "La cena de empresa es un rito, posee cierto simbolismo que hace que no acudir signifique quedar mal", reconoce Pilar Jericó, socia de Innopersonas, quien añade que "conozco el caso de una organización en la que si no ibas a la cita significaba que te quedaba poco tiempo en la compañía". En concreto, borrar de la agenda este acto puede hacer que se gane varios comentarios negativos. "Si quiere conservar el empleo, vaya a la cena; si no, aluda a la diplomacia", concluye Jericó.


A pesar de que es una reunión con gente de la oficina, se está fuera de ella
en un ambiente distendido que invita a la diversión. Por eso, la presencia de
los responsables de equipo cohíbe.


Aun así, existen ciertas excusas: un viaje, los hijos o la salud pueden servir para escaquearse; aunque es posible que ninguna suene del todo bien. Por esto, Alastruey recomienda hacer un trabajo de reflexión: "Deberíamos pensar antes por qué no nos apetece ir".

No obstante, ir a la cena no significa que haya que aguantar hasta el final. Si no le apetece, haga acto de presencia, charle con sus compañeros y superiores y vuelva a casa.

Otra cuestión es la situación del jefe. Para él sí es un compromiso, aunque con su dosis positiva. "Si un superior no acude, los empleados hablarán: por qué no viene, qué habrá pasado… Es mejor asistir para evitar estos rumores", expone Jericó. Por otro lado, la directora de ProyectosTIC asegura que "resulta indispensable la presencia del jefe. Es un elemento de cohesión en este evento, que le puede servir para conocer más a sus colaboradores y demostrar que es un buen líder".

¿Quién se sienta al lado del jefe?
Por regla general, a pocos les gusta compartir mesa con su superior. A pesar de que es una reunión con gente de la oficina, se está fuera de ella en un ambiente distendido que invita a la diversión. Por eso, la presencia de los responsables de equipo cohíbe. Ante esto en alguna organización los empleados han tomado la iniciativa de realizar una votación para decidir si quieren que el jefe acuda a la cena de Navidad.

Esta celebración también permite observar cómo el superior es visto por su equipo: "Se crea un entorno en el que los colaboradores se hacen fuertes, por eso, se puede ver claramente la relación que tienen con el jefe: si es querido, temido, si pasan de él o, incluso, le hacen el vacío. La cena puede convertirse en algo incómodo para el responsable", apunta la socia de Innopersonas.

Lo más recomendable es que la gente se agrupe según la jerarquía que posea en la empresa.

A partir de aquí, sentido común. "Los asistentes son colegas y no dejan de estar dentro del entorno profesional, por lo que se aconseja prudencia y discreción a la hora de abordar cualquier conversación", aconseja Carolina Mouné, responsable de recursos humanos de Adecco.

Lo que nunca hay que olvidar es que el lunes se vuelve a la oficina. Por eso evite criticar a compañeros y excolegas, hablar más de la cuenta y sin control, las conversaciones sobre religión, política o dinero y, sobre todo, no se tome un exceso de confianza. En el fondo, este valor es la base de las cenas de empresa. "Se trata de diferenciar quién es amigo y quién no lo es. La confianza se construye y se gana en el día a día del trabajo, no durante la cena. Pensar que va a llevarse mejor con su jefe o con un compañero con el que se ha tenido algún problema al día siguiente de esta cita es equivocado. No hay que confundir el ambiente distendido con la confianza", considera Pilar Jericó.

En este sentido, el alcohol no es un buen aliado en las cenas de Navidad, así que debe hacer un uso responsable y mantener siempre el control. Una máxima que puede seguir es no beber más que su jefe (obviamente si su superior alcanza un alto número de copas, pare antes). Según un estudio internacional de Adecco, un 20% de los americanos reconoce haber bebido demasiado en una fiesta de empresa.

Metí la pata
Ya sea por el alcohol, el exceso de confianza o la euforia, es posible hacer alguna tontería en este tipo de cenas, aunque también es probable cometerla después. De acuerdo con el mismo informe, un 23% de los americanos conoce a alguien que ha sido reprendido por su jefe a causa de su conducta en una cena de empresa; un 14% sabe de alguno que ha sido despedido por lo que ha hecho en esa fiesta; un 7% ha dicho algo inapropiado a un colega y un 4%, a su jefe, y un 3% ha flirteado con un compañero o compañera. Por tanto, según Jericó, "hay que medir lo que se dice y se hace".

Además, es conveniente estar atento a las fotos: sus momentos más brillantes pueden quedar inmortalizados y gracias a Facebook, que sean conocidos por toda su empresa.

Al día siguiente hay que ser consecuente con lo que se ha hecho. "La tontería no va a desaparecer por ignorarla", apunta Alastruey. Por eso, "si alguien se ha visto implicado directamente debemos disculparnos", concluye esta experta. De hecho, el 7% de los americanos lamenta haber dicho o hecho algo en el pasado.

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